Dificultad
Duración
Recorrido
Distancia
Señalizada
En mucha ocasiones son los paisajes más imponentes, aquellos que hacen sentir pequeño al hombre por cuanto le hacen consciente de sus limitaciones, los que más le conmueven. Paisajes agrestes, impenetrables, de relieves espectaculares, son los que el hombre gusta de contemplar y en los que disfruta, internándose cuidadosamente y emulando a los pocos valientes que antes que él se atrevieron a hollar territorios tan salvajes. Si lo que estamos buscando es lo anterior, quizás no sea La Alcarria Conquense el lugar más indicado para encontrarlo, pero con todo, también en las soledades del camino que ahora recorremos, puede el viajero llegar a sentir en su pecho el golpe místico de la naturaleza impositora. El pantano de Buendía, obra con la que el hombre ha conseguido domeñar los caprichos del medio, y la lejanía de las vías de comunicación principales, han provocado que lo que antaño eran tierras alegres y compartidas, acaso solo sometidas al gris mural de las sierras de Altomira y Castejón, hoy se muestren, en sus largos inviernos, un tanto melancólicas, añorando el trajín de sus hijos y anhelantes de los puentes que los vuelvan a unir. El visitante, pongamos por caso desde la ciudad romana de Ercávica, a orillas del embalse de Buendía o desde las cumbres de la sierra de Castejón y posiblemente contemplando al otro lado de las aguas pueblos antaño hermanos y hogaño desconocidos, percibirá claramente que la tierra de este rincón de La Alcarria Conquense, aun sembrada, no canta.